Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad
Regreso a la Historia de la Hermandad Breve historia de la fundación de nuestra hermandad., por D. Lorenzo Turrado (1985)


Hermandad de Ntra. Sra. de la Soledad
El más antiguo Libro de Actas conservado en el archivo de la Hermandad, principiado en 1.719, afirma en su primera página que la Co­fradía "fue establecida por 40 hombres, todos del ejercicio de la Obra Prima (Gremio de Zapateros) en 22 de Mayo de 1.645, con el memorable objeto de hacer una obra pía, y la circunstancia de que no pasase el número de sus hermanos de 40, y estos todos debían ser de dicha facultad (Zapateros)'r. Tanto el número limitado como el carácter gremial, fueron dos condiciones que con el tiempo llegaron a desaparecer, pese a lo cual la relación con los Zapateros siguió duradera, y aquel que no ejerciese debía pagar una cuota suplementaria.
Bien puede intuirse por estas líneas que los fines primeros de la Cofradía estaban lejos de lo penitencial. La Cofradía fue fundada con fines benéficos, y recoge la tradición oral que uno de los prioritarios era la asistencia a los condenados a muerte. En aquella época los ajusticiamientos eran muy numerosos, y a los hermanos que por turno les correspondía se encargaban de acompañar en su última noche al sentenciado; al amanecer le seguían hasta el patíbulo y tras la ejecución recogían el cadáver para darle cristiana sepultura.

Parece ser que la Hermandad se constituyó en la antigua parroquia de San Román. El dato más antiguo al respecto data de 1.720 y nos dice que "en la ciudad de Salamanca, a28 días del mes de Octubre de 1.720, se juntaron en la Iglesia Parroquial del glorioso mártir San Román, en donde está sita la Ilustre y Nobilísima Hermandad de nues­tra protectora y abogada María Santísima de la Soledad, como tienen - costumbre, los hermanos y mayordomos de ella..." Todas estas juntas se celebraban en la sacristía de la iglesia "a campana tañida". Más todavía pueden aclarar esta cuestión las actas de la Cofradía de San Crispín y San Crispiniano, cofradía devocional dedicada a los santos pa­trones de los zapateros que funcionaba al margen de su gremio o institución civil. Estas actas datan de 1.669, aunque la cofradía es más antigua, y por ellas sabemos que su asentamiento estaba en el Convento de la Trinidad Calzada. Pues bien, en 1.707, con fecha 1 de Mayo, se produjo el traslado a San Román. ¿Por qué se eligió esta iglesia?, es de suponer que por encontrarse en ella otra institución integrada fundamentalmente por zapateros, como era la Hermandad de Ntra. Sra. de la Soledad.
No sabemos de cuando data la primera imagen de la Virgen titular, pero si sabemos que se decidió cambiar en 1.758, pues en 1a junta del 8 de Septiembre se habla del "vivo deseo que tiene la cofradía de co­locar en su propio altar de la Parroquia de San Román la nueva imagen que se está haciendo'. Terminada la imagen al año siguiente, ésta se trasladó en solemne procesión desde la Iglesia de San Justo y Pastor hasta la de San Román, donde fue colocada en el correspondiente retablo; era el 22 de Julio de 1.759. La imagen no debió ser del agrado de todos al acordar en Noviembre “hacer a Nuestra Madre un rostro de mejor hermosura y facciones". Como las actas no vuelven a hablar de ello, nunca se sabrá si tal reforma se llevó a cabo.
         Por los libros de actas de la Cofradía de San Crispín y San Crispiniano, sabemos que en 1.824 esta cofradía estaba tan mal que se planteó la disolución de 1a misma. En 1.828 se efectuó una visita canóni­ca  a San Román y el visitador decidió que "en atención a la poca o ninguna disposición de la mayoría de los cofrades para restablecer la congregación, a pesar del religioso celo de unos pocos, se manda que los individuos que por devoción a los Santos Mártires quieran tributarles culto en el día de su festividad u otro cualquiera, lo hagan como particulares y no como cofrades, por estar disuelta de hecho esta cofra­día". De esta forma, a partir de 1.829 la Hermandad de Ntra Sra, de la Soledad absorbió a la anterior cofradía y en sus cuentas comenzaron a aparecer los gastos de misas a San Crispín y a San Crispiniano.
Algo parecido sucedió con otra cofradía devocional, la de Nues­tra Señora de la Victoria, procedente del Convento de los Jerónimos, denominado también de Nuestra Señora de la Victoria, que se encontra­ba situado en la zona de la Vega y que desapareció en la primera mitad del siglo XIX. En la junta de la Hermandad de la Soledad del 6 de julio de 1.845 ya aparecen juntas las dos cofradías, y al igual que con la otra cofradía absorbida, se hizo cargo de todos sus bienes y comenzó a costear las misas de la Virgen de la Victoria. A partir de ­1.888 se olvidaron las cofradías anexionadas y sólo se dio culto a Nuestra Señora de la Soledad.
Conforme avanzaba el siglo XIX la hermandad fue yendo a menos al perder su razón inicial de ser y sufrir una considerable merma en el número de sus integrantes. Fue preciso buscar un nuevo campo donde proyectar el testimonio cristiano y se pensó en la posibilidad de integrar se en la procesión general del Viernes Santo, tal como en años anteriores había hecho la Congregación de Jesús Rescatado. La Cofradía de la Santa Cruz aceptó la solicitud y comenzó a nombrar a los comisionados que debían acompañar el "paso" durante eL desfile, igual que hacía con las congregaciones de Jesús Nazareno y Jesús Rescatado.
De esta forma, el 11 de abril de 1.890, Viernes Santo, comenzó su andadura semanasantera la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad. La imagen desfilaba cubierta con manto negro y la corona de espinas ensangrentada entre sus manos, y el lugar que  ocupaba estaba entre los "pasos" de "La Dolorosa" y el "Santo Sepulcro", que entonces iba al final. De los años que participó la hermandad en la procesión general, queda el entrañable recuerdo de los balcones adornados e iluminados - con candilejas de aceite, encendidas por los vecinos de San Justo en la noche del Viernes Santo cuando la Virgen regresaba a su Iglesia de San Román: las Monjas Claras también se sumaban a esta devoción alumbran­do la entrada de Nuestra Señora con las luces que ponían tras la tupida reja de su galería alta, cubriéndola algún año con las violetas que arrojaban desde sus celosías.
En 1.897 se cerró al culto San Román y, aunque la hermandad siguió permaneciendo allí por algún año, el 16 de Octubre de 1.898 los pocos hermanos que quedaban decidieron cambiar de sede. El Obispo, P. Cámara, los atendió el 11 de Noviembre y ofertó una iglesia de las cerradas al culto con la condición de encargarse de su mantenimiento. La solución no convenció a la hermandad y decidieron seguir a la espera.
Como la hermandad seguía subsistiendo en ese estado de letargo y decadencia que arrastraba desde tiempo atrás, se decidió proceder a su reestructuración total y transformarla en cofradía penitencial. El Obispo de la Diócesis, D. Francisco Javier Valdés y Noriega, por Decreto de 24 de Marzo de 1.904, accedió a la petición de reforma y nombró presidente de la hermandad a D. Nicolás Pereira, Canónigo Magistral de la Catedral. Mientras se consumaba el traslado definitivo,        la hermandad se asentó provisionalmente en el Convento de San Esteban.
Viendo la necesidad de un relanzamiento para la institución se creyó oportuno abandonar la disciplina del Santo Entierro y procesionar por cuenta propia. Para hacerlo con una mayor dignidad un hermano se ofreció a la reforma de la imagen por el módico precio de 10 ptas, pero el resultado fue la construcción de una nueva imagen y la cesión de la antigua, a petición del prelado, al capellán del cementerio ca­tólico en calidad de depósito. La confección de unos hábitos nuevos, compuestos de túnica y capirote negros con cíngulo blanco, también de­bería contribuir al mayor esplendor del desfile procesional.
La primera salida de Ntra. Sra. de la Soledad en solitario se produjo el Viernes Santo, 21 de marzo de 1.905, a las 9.00 de la noche, partiendo de San Esteban y recorriendo las calles de San Pablo, Lonja de la Cárcel, Navío, Rúa y Palominos con regreso al templo de proce­dencia. Las críticas periodísticas de los días sucesivos destacaron la hermosura de este acto de piedad, su recogimiento por la hora y las largas filas de hombres y mujeres que se unieron a los nazarenos para alumbrar a Nuestra Señora.
A pesar del tiempo transcurrido, la idea del traslado seguía en pie, y tras otra oferta desestimada en 1.908, la solución definitiva llegó el 21 de Marzo de 1.909, fecha en la que por un decreto episco­pal se dió licencia a la hermandad para tomar como sede el Círculo de Obreros, que estaba en la Calle Compañía, exponiendo la imagen para su culto en la Iglesia de San Benito. La intención de D. Nicolás Pereira, promotor de la iniciativa, era que vista la precaria situación en que se encontraba la hermandad, a punto de extinguirse poco atrás, era necesario unirse a otra institución para que la imagen tuviese más culto y la cofradía más vida.
La reforma de la hermandad se consumó el 18 de marzo de 1.912, cuando se aprobaron las nuevas constituciones. La ingente labor de D. Nicolás Pereira y los que por aquellos años fueron secretarios, D. Antonio Iglesias y D. Julio Pérez de Salcedo, junto con el apoyo del Círculo de Obreros, obraron el milagro y consiguieron no sólo la recuperación, sino también el firme afianzamiento de la hermandad dentro de la Semana Santa salmantina, de tal forma que en 1.913 ya contaba con 66 hermanos y 50 hermanas, habiendo dotado a su desfile de una solemnidad característica que aumentaba de año en año. Desde 1.910 el desfile fue precedido por la "Corona Dolorosa", predicación que prepara a los hermanos para la meditación que deberán seguir a lo largo del desfile.
En 1.915 se volvió a modificar la imagen, adquiriendo una cabe­za nueva, más expresiva, que fue pintada gratuitamente por el hermano D. Vidal Arenal. Tres años después se estrenaron unas severas andas cu­biertas de veludillo y con la corona de espinas bordada en plata en el paño central: fueron realizadas por el artista D. Francisco Domínguez. La hermandad tampoco se encontraba bien en San Benito al no entenderse con el párroco de la Purísima, de quien dependían, y decidió trasladarse a la Iglesia del Carmen de Arriba el 2 de Abril de 1.922, Ante el inminente traslado, algunos canónigos de la S.I.B, de la Catedral solicitaron que la imagen de Nuestra Señora de la Soledad se ubicase en una de las capillas de dicho templo. Los hermanos reconsideraron la nueva oferta y aceptaron la mudanza a la capilla de la Catedral que les destinase el Cabildo, que fue la llamada de la Virgen de la Cabeza, primera después del crucero del lado del evangelio. En 1.927 se - arregló convenientemente esta capilla y en 1.931 se aprobó celebrar en ella misa todos los domingos y festivos. Como en los años 30 el núme­ro de hermanos había aumentado hasta 200, la capilla resultó pequeña y se solicitó otra que posibilitase una mejor colocación de los mismos. El Cabildo accedió a estos deseos y en 1.934 les concedió la Capilla de Ntra. Sra. de la Luz, situada en el ángulo izquierdo de la cabece­ra y en cuyo retablo de Joaquín Churriguera pasó a venerarse la ima­gen de Ntra. Sra. de la Soledad.
En los años de inestabilidad política y guerra aumenta considerablemente el fervor y devoción por La Virgen de la Soledad, y paradójicamente, aunque la cofradía se recuperó gracias al colectivo obrero, comenzó a ingresar en ella un importante contingente de personas con una posición económica desahogada.
Por tal motivo los hábitos comenzaron a realizarse en tela de terciopelo negro, corrientes hasta no ha­ce muchos años.
Consecuencia de este auge fue el adquirir en 1.931 unas magnífi­cas andas con los laterales repujados en plata y palio, Se pagaron en un solo año gracias a los generosos donativos de los devotos. Pero fue sobre todo el deseo de conseguir una imagen de reconocida calidad ar­tística la mejor muestra del progreso alcanzado. Se propuso en 1.937, pero debido a la Guerra se aplazó; finalizada ésta, Salamanca entera se volcó con las procesiones en acción de gracias, destacando la masiva afluencia de alumbrantes en la procesión de Ntra. Sra. de la Sole­dad. Dada esta situación, el adquirir la nueva imagen era casi una necesidad, y así se manifestó en la Junta del 11 de Febrero de 1.940. En la mente de la directiva estaba la mayor aspiración posible, y tratando de ser avalados para negociar con el más prestigioso imaginero del momento, lograron el 25 de Julio de 1.940 la siguiente carta del Obispo de Salamanca: “Señor Don Mariano Benlliure.- Muy respetable Señor mío: La Hermandad de Ntra. Sra de la Soledad,, de recio abolengo en esta ciudad de Salamanca, me pide unas letras de presentación ante Vd. Ellos le expondrán nuestros deseos, y Salamanca quedaría siempre muy honrada con una obra de la fuerza artística de las que proceden de su cincel. Se ofrece como afectísimo y seguro servidor en Cristo, q.e.s.m., Enrique, O. de Salamanca.”
            Recibida la visita de la comisión anunciada, el artista aceptó el encargo de realizar la cabeza, manos y pies para Ntra. Sra de la Soledad. Para modelar la cabeza posó ante el maestro la Srta. Lilí Lafita Portabella, de Zaragoza. El 1 de Diciembre de 1.940, se anunció en la Junta General de Hermanos, que la obra iba adelante y que su importe alcanzaría las 15.000 Ptas., precio “que no es excesivo para lo que dicho escultor acostumbra a cobrar.”
El Domingo de Ramos de 1.941, El Obispo Enrique Pla y Daniel bendijo solemnemente la nueva imagen de Nuestra Señora, que 75 minutos antes había llegado de Madrid. Ese mismo año procesionó por vez primera y, como en años sucesivos, pudo escuchar el "Ave Maria” de Vitoria que desde el balcón del Ayuntamiento entonó la Coral Salmantina del Maes­tro García Bernalt. Pero la nueva imagen no acabó de convencer a los hermanos y fue preciso que a finales de 1.943 se convenciese a Benlliure para que perfeccionase la imagen con la dignidad propia de su prestigio artístico. El resultado final gustó tanto que se decidió nombrar hermano honorífico al escultor. En 1.960 se adornó el rostro de la Virgen gen con unas lágrimas de brillantes y cuatro años después estrenó el magnífico manto que todavía hoy viste, bordado con hilo de plata sobre terciopelo negro.
La antigua imagen de la Virgen se trasladó en 1.955 a la finca de Fuente Pedraza, en La Vellés, propiedad del hermano D. Angel Nuño. Fue colocada en la capilla allí construida para escuchar misa los residentes en los alrededores.
En 1.954 se cambió el horario de salida, comenzando desde enton­ces en la media noche del Viernes Santo, a excepción de 1.956 y 1.957, que procesionó en Sábado Santo por haberse cambiado a la tarde de ese día la Procesión del Santo Entierro.
El gran cariño que suscitaba la imagen en Salamanca hizo que la hermandad atravesase sin muchos problemas la crisis de la Semana San­ta, teniendo un número de hermanos aceptable y manteniendo el desfile procesional la dignidad de años precedentes.
En 1.975 empezó el vertiginoso crecimiento de la Hermandad, pues los 200 hermanos de entonces se quintuplicaron en los diez años si­guientes. La mayor cifra de altas, 140, se alcanzó entre la Se­mana Santa de 1.985 y la de 1.986. La causa fue el desagravio que se pretendió hacer ante el expolio sufrido por la imagen en la madrugada del 30 de Marzo de 1.985, cuando todo su ajuar fue robado. Numerosas donaciones de devotos permitieron reconstruirlo en parte. Las muestras de simpatía por la imagen han venido siendo tan grandes que desde 1.988 se decidió exponerla a la veneración popular en un "Besamanos" celebrado el sábado anterior al Domingo de Ramos.
Para celebrar el Cincuentenario de la actual imagen, el 15 de Junio de 1.991, tras solemnes cultos, salió en procesión Ntra. Sra. de la Soledad, acompañada por sus cofrades vestidos de paisano y con la medalla de la hermandad.
Y sería injusto finalizar la historia de esta cofradía sin haber hecho una alusión al papel desempeñado en ella por la mujer. Tras la reorganización, las hermanas pagaban una cuota menor y desfilaban ves­tidas de negro, con mantilla o velo y la medalla reglamentaria. Con el tiempo, y viendo que otras cofradías las mujeres vestían el hábito, algunas hermanas comenzaron a hacerlo en ésta, pues ningún artículo de los estatutos lo prohibía expresamente. Fue en la Semana Santa de 1972, siendo Obispo de Salamanca D. Mauro García Repullés, cuando desfiló la primera Hermana como penitente. En años posteriores se unieron muchas Hermanas más desfilando como penitentes en nuestra Hermandad. De esta manera, la mujer se fue incorporando paulatinamente, sin acuerdo establecido en Junta General, hasta constituir un alto porcentaje en el número total de penitentes, pues no en vano hay quien dice que Ntra. Sra. de la Soledad es la Vírgen de todas las salmantinas. De todas formas, todavía es muy numeroso el número de hermanas que vestidas de luto, con la típica mantilla española, siguen alumbrando en la espera de la Pascua a Ntra. Sra. de la Soledad.


                                                    Breve historia de la: Hermandad de Ntra. Sra de la Soledad

Escrita por:

Lorenzo Turrado   (1,985)  

Presidente de la Hermandad

 
 
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